Hace poco más de una semana trascendió que la intervención del ministro Saavedra había sido aplaudida de pie en la Conferencia Anual de Ejecutivos – CADE 2016. Con PPK a la cabeza, los empresarios se vieron impelidos a pararse de sus asientos y aplaudir al primer ministro del Gabinete que podría pasar por la guillotina del Congreso. La censura anunciada por la bancada de Fuerza Popular al final de la maratónica sesión de interpelación del miércoles pasado parece definida puesto que se requiere de 66 votos a favor y el fujimorismo tiene 72 congresistas, más Yeni Vilcatoma que declaró no sentirse convencida por las respuestas de Saavedra y el aprismo que asume su rol de plegarse al poderoso de turno. Sin duda, la sesión de interpelación ha mostrado un despliegue vulgar del poder de la bancada ‘naranja’, tal como lo atestiguan los mensajes privados de algunos congresistas, filtrados a la prensa. Resulta chocante la forma en la que se zarandeó al ministro y también el desinterés en las respuestas que éste esgrimía en el Pleno: la decisión ya estaba tomada.
Sin embargo, no deja de llamar la atención ver a quienes hoy, apurados por la coyuntura, cierran filas para defender al ministro, y con él al Gabinete. En la CADE, por ejemplo, salvo que todos los asistentes hayan sido empresarios del distrito limeño de San Isidro, donde PPK obtuvo la mayor votación en todo el país, es razonable pensar que había muchos empresarios pro fujimoristas. Este Congreso tan mediocre es nuestro, y es suyo también. Por otro lado, no hay que olvidar que el PPkausismo no está a más de dos grados de separación del fujimorismo en temas esenciales de la ‘agenda’ neoliberal como la promoción de la inversión privada como lógica de ordenamiento del mundo. No son lo mismo, evidentemente, pero mal haríamos en reducir el asunto a un pleito entre quienes se expresan alturadamente y quienes no lo hacen. No deja de ser cierto que esta política del avasallamiento y de la fuerza bruta se aleja mucho del ideal, pero lamentablemente, está dentro de los márgenes de lo esperable, dada la forma en la que elegimos a nuestros representantes.
Pero este pulseo puede debilitar no solo al gobierno, sino también al fujimorismo. Como ha comentado un juicioso analista, la impresión que podría quedar en la ciudadanía es que se trata de otra ‘bronca’ en las alturas del poder, un lío entre políticos que poco tiene que ver con la realidad de las personas, que desde hace mucho tiempo ya han decidido que la política es un asunto sucio. ¿No es precisamente por su carácter apolítico que el alcalde Castañeda goza de tanta aprobación? Los mensajes del famoso grupo de chat ‘Mototaxi’ formado por algunos congresistas fujimoristas muestran deseos de venganza y algo de lambisconería, pero no una compleja y delicada conspiración; tan ramplones en público como en privado. La tesis de la defensa de los negocios privados no deja de tener fuerza, por cierto, pero cuando hablan entre ellos muestran los dientes y se felicitan, pero no mucho más.
¿Eso quiere decir que hay que resignarse a que esto pase de largo? No, en absoluto. Ya colectivos de ciudadanos, afiliados y no afiliados a partidos, anuncian marchas de defensa del ministro y sobre todo de la reforma universitaria, marchas con las que por supuesto nos solidarizamos. El fujimorismo ha buscado entre su base social a sectores conservadores de cualquier clase social, aunque ha tenido especial llegada entre los sectores altos, con el cuento de la ‘ideología de género’ y de los peligros para los niños y niñas que supuestamente representa el currículo educativo, lo cual ya se ha demostrado como falso. Pero ahí se le acaba el arsenal de trucos. Mientras tanto, la nueva (nueva) izquierda de Mendoza anuncia la resistencia en tono épico, tratando de ponerse del lado correcto de las Historia. Lo que preocupa es que no se vea desde el gobierno este ánimo por conectar con la sociedad en las calles, lo cual puede ser interpretado como señal de una inadmisible pasividad. Quisiéramos destacar este punto a continuación.
Tal parece que este gobierno está siendo obligado a salir del lenguaje de las ‘políticas públicas’, en el cual parece sentirse más cómodo, para entrar de lleno al de la política, donde se deciden derroteros, donde se libran las batallas sobre lo posible. En el fondo, lo que hace esta interpelación es recordarle al gobierno que tiene que moverse en una correlación de fuerza que le es adversa, con reflejos y con algunas armas de su lado. Las recientes declaraciones del congresista aprista Mauricio Mulder parecen ir en este sentido. “Hay que tener tranquilidad, si sale el señor Saavedra por el voto parlamentario, que pongan a otro, no hay problema, si lo que se necesita aquí son políticas ¿o acaso si se va Saavedra queda automáticamente derogada la Ley Universitaria?”, declaró el congresista, poco antes de decir que era “natural” que haya diferencias entre oposición y gobierno. Esto se puede leer, por supuesto, como una muestra más de cinismo, pero de alguna forma es un recordatorio para el gobierno de que, si ganó, fue para hacer política en primer lugar, y políticas en segundo.
En este escenario, en el que el gobierno sigue evaluando si hacer de la salida de Saavedra cuestión de confianza, entendemos, con una mayor urgencia que antes, también está forzado a mostrar resultados y resolver problemas. Tiene que defenderse y a la vez gobernar, cosa que nunca ha sido sencilla. Hasta el alcalde de Lima ha resentido las críticas y se vio obligado a hacer algo que detesta: hablar. El gobierno tiene que empezar a dar señales, y si eso implica la salida de Saavedra y de Zavala tras la cuestión de confianza pues es parte del pulseo de fuerzas, tras lo cual tiene que recomponerse y mostrar fortaleza. Avizorar el escenario post Saavedra con Daniel Mora, adalid de la reforma universitaria y enemigo del fujimorismo y aprismo desde hace unos años, no parece tan descabellada. Con todo, el reclamo nuevamente es para el Ejecutivo y para PPK al que nuevamente hay que convencer de que se “ponga el alma”, como durante la mayor parte de la segunda vuelta. El significado de eso tiene que ver tanto con el poco halagüeño escenario económico y social que se viene, así como con las expectativas y la relación entre los ciudadanos que necesitamos sentir que hay alguien en el timón, y que el Perú es más que un precario mototaxi.
desco Opina / 9 de diciembre de 2016