La situación es muy grave. Como inicia la crónica que publicó el diario argentino Página 12 sobre Perú, “regresa la pesadilla”. Continúa, “otra vez hospitales saturados, enfermos que mueren sin poder ser atendidos, largas filas para comprar oxígeno en negocios privados que aprovechan que para miles conseguirlo es la diferencia entre vivir o morir para especular con su precio, mientras las autoridades observan sin actuar porque dicen que el modelo defiende el libre mercado”.
Entonces, no había excusa para dejar de intervenir, pese a la indolencia de los empresarios y los desatinos del ministro de Economía. Volvemos a cuarentena que, en principio, para calmar iras, aparenta ser «focalizada» y si bien se hará solo en diez regiones, el hecho es que afecta a más de la mitad de la población del país. La verdad del asunto, no es estrictamente focalizada porque no estamos en capacidad de hacerla. Es, en suma, tener fe a que el resultado sea algo positivo. Nada más.
Pero, debe guardarse los equilibrios en el análisis y considerar también varias acciones previas del gobierno de transición que, creemos, están en la dirección correcta. Una de ellas, muy importante y poco publicitada, fue la reunión de la premier Violeta Bermúdez, con un conjunto de alcaldes de Lima Metropolitana y provincias además de algunos gobernadores, el 12 de enero, para coordinar acciones contra la segunda ola de la pandemia. Entre otros, estuvieron presentes el alcalde de Lima, Jorge Muñoz, y el presidente de la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE), Álvaro Paz de la Barra. También asistieron el presidente de la Red de Municipalidades Urbanas y Rurales del Perú (Remurpe), y representantes del Congreso de Alcaldesas y Mancomunidades Municipales de Lima.
De alguna manera, esto es una respuesta a los requerimientos que fueron dándose incluso hasta el mismo día que el Gobierno central decidió el nuevo confinamiento. Por ejemplo, Miguel Palacios Celi, decano del Colegio Médico del Perú, propuso “cuarentenas focalizadas”. Precisó que, de los 1874 distritos existentes en el país, se ha identificado hasta el momento alrededor de 100 que actualmente deberían estar «cercados y con todas las medidas sanitarias del cerco epidemiológico».
Una segunda exigencia del gremio médico es el fortalecimiento del sistema de salud, sobre todo en los centros de oxigenación temporal, donde actualmente se encuentran solo 38 camas pese a la alta demanda de la población por este recurso importante. Un tercer aspecto contemplado por Palacios es la formación de una comisión que convoque a las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos locales «para trabajar con el Estado y poder hacer una gestión concertada».
Sobre esto último, es más que evidente que cualquier estrategia contra la pandemia, exige que los gobiernos locales se presenten como los principales protagonistas de las mismas. En otras palabras, solo ellos pueden trazar, identificar, aislar y poner en cuarentena a la población, en un sentido realmente focalizado. En esa línea, hay iniciativas loables, como la que está llevando a cabo Alberto Tejada, alcalde de San Borja, cuya administración está levantando un censo distrital que alimenta un observatorio, permitiendo la difusión de información confiable y aumentar los niveles de seguridad. Cabe señalar, que este Observatorio Municipal es el primero entre los gobiernos locales y permite la geolocalización de los casos confirmados de coronavirus en el distrito.
Al respecto, tenemos casos resaltantes que deben estudiarse. Por ejemplo, la gestión realizada por el gobierno regional de Kerala, en India. Conducido por comunistas, Kerala es un territorio con fronteras porosas, un gran número de trabajadores migrantes y una economía dependiente de las remesas de una enorme población expatriada –particularmente en los países del Golfo Persa– que continuamente está entrando y saliendo del país.
Aun así, logró controlar la propagación del virus mucho mejor que en el resto de India, pudiendo aplanar la curva en tan solo cuatro meses después de haberse detectado el primer caso. En cifras, este Estado en el que habitan 35 millones de personas tuvo apenas 524 casos y 4 víctimas debido, al parecer, al estricto y temprano confinamiento, seguido de una rigurosa estrategia de rastreo, elaboración de mapas de rutas de personas que llegaban del exterior, instalación de lugares donde lavarse las manos y centros de atención por doquier para inmovilizar a las personas que buscaban desplazarse. En pocas palabras, implementaron la estrategia que ahora se conoce como “la caza del virus”, es decir, no esperar diagnosticar los casos cuando las personas acuden a un centro de salud, sino buscarlos en sus viviendas y demás lugares de residencia.
Pero lo que realmente hizo la diferencia, según los expertos, fue el robusto sistema de salud pública de Kerala –construido a lo largo de los últimos 50 años– y la cultura de una pujante democracia afincada en las bases y con el poder delegado efectivamente en los concejos comunales. Así, en el auge de coronavirus en Kerala, 170 000 personas fueron puestas en cuarentena, bajo estricta vigilancia y visitadas por trabajadores de la salud. Las que no tenían baño en casa fueron acomodadas en unidades de aislamiento improvisadas, con el costo asumido por el gobierno. El gobierno local también acomodó y alimentó a 150 000 trabajadores migrantes de Estados vecinos que se encontraron varados, para luego enviarlos en trenes fletados a sus casas.
desco Opina / 29 de enero de 2021
Foto: Agencia Andina