En el marco de la lucha que el país sostiene contra el COVID-19, se manifestaron muchas falencias dentro de la gestión del Estado, las que dieron como resultado un sistema de salud ineficiente, condiciones de trabajo precarias, limitado acceso a tecnologías y amplias brechas educativas entre zonas rurales y urbanas. Asimismo, se reveló nuestro serio retraso en ciencia, tecnología e innovación (CTI en adelante), ejemplo de ello fue la imposibilidad de procesar suficientes pruebas moleculares por falta de laboratorios o realizar una vigilancia sostenida (y real) de decesos, contagios y recuperaciones, mucho menos identificar zonas de riesgo de infección en las regiones.
Aunque en el 2021 se registran avances sobre los puntos señalados, la pobre inversión que tiene el Estado en CTI estimada entre 0,15% a 0,2% del PBI cuando países de la OCDE alcanzan el 4,5%, la precaria e insuficiente infraestructura y el retroceso a 7 posiciones del ranking mundial de innovación 2020 (ocupamos el puesto 76 de 131 países); motivaron que cuatro partidos políticos (Frente Amplio, Partido Nacionalista, Juntos por el Perú y Perú Libre) consideraran incorporar la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología en su discurso de campaña electoral y plan de gobierno.
Instalado ya el mandato de Pedro Castillo, no extrañó que, en su mensaje a la Nación del 28 de julio, anunciara que promoverá la creación del primer Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica en el Perú, el cual sería la institución encargada de generar conocimiento necesario para el desarrollo de la CTI del país y canalizar el retorno de científicos peruanos que migraron al exterior por falta de oportunidades.
Si bien es cierto que todos los partidos políticos, empresas, academias y sociedad civil están de acuerdo con promover el desarrollo en CTI para elevar el nivel de vida de la población, difieren en la manera en que aquella pueda lograr la madurez, o al menos empiece a dar los primeros alcances de su desarrollo en el país. Las opiniones y argumentos son variados, pero pueden agruparse en dos posturas: la primera, a favor de la creación del Ministerio, está asociada a que Concytec no logra aún consolidarse y el resultado es que las instituciones dedicadas a CTI trabajan actualmente de forma aislada o sin la mejor integración, por lo que es vital la creación de una institución que sirva de columna vertebral y canalice todos los esfuerzos asociados a ella para desarrollarla adecuadamente, de modo que se puedan iniciar investigaciones para reducir riesgos por falta de previsión y desligarnos del estigma de ser un país primario-exportador.
La segunda, en contra de la creación del Ministerio, tiene como foco fortalecer la rectoría de Concytec, ya que la creación de aquel aún es prematura puesto que en los países donde se ha instaurado uno similar, la investigación tenía un mayor crecimiento y la inversión de los gobiernos en ciencia ya era sustantiva: escenario contrario al peruano. Asimismo, se argumenta que no es oportuno que la ciencia y tecnología se configure como uno de los sectores del Estado, pues estos tienen intereses –lo que es positivo– que obedecen a un entorno político que, en los últimos meses, es inestable; por ello se estima que no es sostenible crear un nuevo ministerio «que se encargue» de lo que los otros no pueden incorporar de forma transversal y bajo una gestión holística del conocimiento y la práctica de sus acciones. Por último, otra de las preocupaciones es el presupuesto; el Presidente indicó en su mensaje a la Nación que duplicará el presupuesto en educación, lo que restaría asignación para los otros sectores, incluyendo al de CTI.
Al margen de las discrepancias y bajo estos argumentos, se observa que ambas posturas concuerdan que la articulación entre instituciones es clave y que es necesario que la ciencia, tecnología e innovación tenga un enfoque transversal; aunque esto –a futuro– también nos lleve a preguntarnos si es posible o no hacer que la CTI se desarrolle sin la creación de un Ministerio, o si esta institución solucionará las dificultades planteadas o se convertirá en otro obstáculo que, como consecuencia, limite la creatividad y proactividad de los científicos ante una mayor burocracia, pues para la creación del Ministerio, se debe generar un marco normativo bajo la coordinación conjunta de veinte sectores (ministerios e instituciones adscritas), gobiernos locales, regionales, empresas, academias y sociedad civil.
Efectivamente, existen argumentos tanto para crear el Ministerio como para fortalecer Concytec; pero lo que se requiere con urgencia es que se desarrolle una visión compartida de las fuerzas políticas y actores implicados, la cual debe sustentarse en la idea que los alcances de la CTI deben tener como fin mejorar la calidad de vida de la población, especialmente de aquella que no tiene recursos para disfrutar de los avances de ésta, logrando que todas las personas internalicen a la ciencia, tecnología e innovación en la práctica, y no observarla como un elemento externo y puntual asociado a resolver crisis o exclusivo de algunos grupos privilegiados.
Finalmente, determinar la forma de desarrollar CTI en el país dependerá de voluntades políticas; aunque también de que se elija la opción más eficiente considerando el contexto en el que el país se encuentra. Esto implicará considerar que la ciencia deberá desarrollarse con pragmatismo (priorizar problemas sobre ideologías), sostenibilidad (garantizar que los planes sobrevivan a cambios políticos o fenómenos), visión global (perspectiva internacional) y visión estratégica, lo cual permitirá que tengamos objetivos a largo plazo y fundamentados sobre necesidades actuales y futuras del país.
desco Opina – Regional / 20 de agosto de 2021 descoCiudadano