El proceso electoral ha concluido ya, pero ha dejado al país conmocionado por el nivel de polarización y la creciente agresividad en el plano político. El resultado es para algunos la oportunidad de transformar el país para mejor, mientras que para otros es fuente de preocupación en la medida en que los pone ante la eventualidad del fin de privilegios desbordados, que ya habían sido evidenciados por la pandemia, que además ha empobrecido a la mayoría. En una semana de formidable intercambio de información y desinformación por las redes sociales y la televisión, y también de agitación desde los diarios, cualquier esfuerzo de síntesis y de mutua comprensión queda corto. Importa, sin embargo, anotar algunos elementos.
En primer lugar, el contundente respaldo obtenido por el candidato ganador, pues si bien la distancia con su competidora es de poco más de cuarenta mil votos, una mirada a la composición territorial del voto revela que Castillo gana en el 80% de los 1874 distritos del Perú, y con porcentajes superiores al 80% en más de 600 de ellos (en 246 con más del 90%). Un candidato de un pequeño pueblo campesino de la serranía, maestro primario, sindicalista, de ideas religiosas conservadoras y cumplidor rondero cajamarquino.
Bastaría con destacar este perfil para confirmar lo significativo de su elección en el año del Bicentenario de la Independencia que entrará a la historia nacional como un hito en el largo y contradictorio proceso de apertura democrática, como lo fueron el triunfo de Pan Grande Billinghurst, la persecución al Apra de los años treinta, la victoria de Bustamante y Rivero y las fuerzas democráticas en 1945 o la reforma agraria de Velasco a fines de los sesenta. Señalar que estos momentos fueron seguidos de quiebres institucionales, golpes de Estado y contrarreformas es también un alerta frente a las tempranas resistencias que enfrenta Castillo, incluidas fuerzas que buscan una salida a su revés electoral tocando la puerta de los cuarteles mientras bombardean a los organismos electorales con trámites de nulidad y campañas de desprestigio.
Tratando de tomar distancia del comportamiento antidemocrático de Fuerza Popular, distintos grupos de poder económico empiezan a entender lo ocurrido, como es el caso de parte del sector minero y de la banca nacional, en actitud expectante en relación a los lineamientos económicos en lo que se anuncia como el inicio de un nuevo ciclo de altos precios de los minerales que exportamos. Otro factor a tener en cuenta es el silencio atento de las principales embajadas de los países más importantes del mundo para el Perú, como son China (primer inversionista minero y socio comercial), Estados Unidos y los países europeos, incluyendo a Suiza, Rusia y Bielorrusia, como lo saben bien en nuestras Fuerzas Armadas.
Hacemos votos porque el curso de los acontecimientos encuentre el cauce democrático y se cumplan en alguna medida las expectativas populares que han llevado a la Presidencia de la República a Pedro Castillo. La prioridad sin duda debe estar puesta en darle impulso a una educación y salud de calidad y al mejoramiento de la producción agrícola familiar para un tercio de la población nacional. Ello sin dejar de hacer frente a los enormes retos y tremendos peligros para la justicia social y la calidad de vida en el marco de una democracia golpeada no solo por el poder económico y la crisis de la pandemia, sino bajo constante ataque por parte de quienes, por tercera vez consecutiva, pierden en las urnas su sueño de regresar al poder.
desco Opina / 18 de junio de 2021