Los resultados de la Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales (ENARES 2019), publicados el pasado mes de julio, nos muestran una realidad marcada por la aceptación del uso de la violencia en las relaciones dentro de las familias peruanas: el índice de la tolerancia social hacia la violencia contra las mujeres es de 58,9% y en el caso de la violencia hacia niños, niñas y adolescentes este alcanza el 58,5%. Si bien, por la metodología empleada, el índice no puede ser comparado con los cálculos del mismo realizados en el 2013 y 2015 (años en los que el índice fue de 51,8% y 52,1% y, 42,1% y 54,8%, respectivamente), las cifras manifiestan la vigencia del problema.
Más allá de ayudarnos a describir mejor esta dura realidad y ver qué tanto ha cambiado, la data mostrada por la ENARES nos invita a reflexionar sobre la forma usual de comprender el fenómeno de la tolerancia hacia la violencia dentro de las familias y, en consecuencia, a afinar el abordaje del problema desde las políticas públicas. Por ejemplo, vayamos solo al caso de la violencia contra la mujer y veamos los siguientes datos que han sido calificados como contratuitivos en varias presentaciones de los resultados de la encuesta: el 94,4% de la población está de acuerdo con que la violencia contra la mujer es inaceptable y debe ser castigada por ley, pero a su vez, el 27,2% considera que si alguna mujer le falta el respeto a su esposo o pareja, merece algún tipo de castigo; de la misma forma 33,2% considera que las mujeres infieles deben ser castigadas por la pareja, y el 26% considera que las mujeres deben estar dispuestas a mantener relaciones sexuales cuando sus parejas o esposos lo deseen.
¿Qué podemos inferir de esta aparente contradicción? Lo primero que se nos puede ocurrir es que, al formularse la pregunta de forma directa, las personas hayan respondido «correctamente» para salvar las apariencias. Sin embargo, de ser esto cierto, esta actitud se habría mantenido en las respuestas a las demás preguntas, algo que evidentemente no se dio. Descartada esta primera respuesta, parece más adecuado prestar atención a las formas de justificar la violencia, para notar que esta se da en el marco de una institución social con jerarquía y roles determinados, como lo es la familia, y que la violencia es ejercida como herramienta para corregir a quienes se salen de esos roles establecidos y desestabilizan la jerarquía.
La idoneidad de ver la tolerancia ante la violencia contra las mujeres, desde un enfoque que destaca la influencia de los roles, se sustenta en otro dato resaltante de la encuesta, que muestra que el 52,7% de la población está de acuerdo con que la mujer debe cumplir el rol de madre y esposa y después sus sueños. Por ello, la distinción entre lo que se concibe como la «mujer» y la «mujer en su rol de pareja o esposa y madre» es fundamental para abordar el tema de la violencia. Ser conscientes de esta distinción, no resta gravedad a la problemática de las mujeres, entendiendo que esta no se reduce solo a la violencia doméstica y que, además, existe una fuerte presión social dirigida hacia las mujeres para ser madres y esposas al alcanzar una edad determinada. La distinción solo aporta una mayor precisión en la comprensión del problema.
A nivel de políticas públicas esto podría traducirse en un mayor énfasis en el diseño de estrategias de sensibilización, dirigidas tanto a hombres como a mujeres, que tengan por objetivo reconfigurar la concepción de los roles dentro de la familia, lo que comprende la eliminación de las restricciones que impiden el bienestar pleno de las mujeres, el descarte de la violencia como elemento presente en las relaciones intrafamiliares, la redistribución igualitaria del trabajo doméstico y el establecimiento de las nuevas masculinidades. Precisamente, estos temas han ido incrementando su presencia en las políticas para la lucha contra la violencia, elaboradas por el MIMP en los últimos años, por lo que aún falta mucho por trabajar al respecto y los resultados de la ENARES no hacen más que mostrárnoslos.
desco Opina – Regional / 2 de octubre de 2020 descoCiudadano