El Instituto Peruano de Economía (IPE), presentó el nuevo Índice de Competitividad Regional INCORE 2019, en el que Junín ocupa el puesto 14 de un total de 25 regiones. Este informe anual pretende medir diferentes aspectos de la competitividad entre las regiones, incluyendo la forma como éstas, bajo un régimen de libre mercado, mejoran la calidad de vida de sus habitantes y crean las condiciones para atraer inversión pública y privada. El índice se compone de 40 indicadores distribuidos en seis pilares (Educación, Salud, Entorno económico, Infraestructura, Laboral e Instituciones). Los resultados de Junín no son alentadores, pues respecto al INCORE del año pasado, nuestra región ha descendido tres posiciones (del puesto once al catorce), lo que significa un deterioro del desempeño en algunos de los seis pilares mencionados.
Las regiones más competitivas son Lima, Arequipa y Tacna, y las menos competitivas Huánuco, Cajamarca y Huancavelica. Junín está dentro del promedio, pero cabe preguntarse por qué descendió y por qué ocupa el puesto catorce del ranking.
Las mayores caídas de Junín se produjeron en los pilares Salud y Laboral, en los cuales retrocedió cuatro posiciones: (i) Salud, el retroceso responde al preocupante aumento de la desnutrición crónica, de 12.4% a 14.6%, y la prevalencia de anemia, de 53.3% a 57.0%, (Encuesta Demográfica y de Salud Familiar – Endes 2018 del Instituto de Estadística e Informática INEI). (ii) Laboral, Junín continúa con un alto índice de empleados informales: 82.2% en el 2017 y 83.5% en el 2018, según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO); esta cifra no ha cambiado en los últimos diez años, debido principalmente a que las sectores que concentran mayor fuerza laboral (agricultura, comercio y algunos servicios) están formados básicamente por pequeños agricultores, trabajadores eventuales y micro y pequeños empresarios, segmentos marginales en un modelo cuyas reglas de juego se basan en promover y facilitar grandes inversiones en el sector primario, los servicios, telecomunicaciones y otros.
Las cifras del INCORE 2019 muestran también, que Junín tiene un bajo nivel de capital humano, lo que contribuye a limitar el crecimiento de la región. Si revisamos los pilares de Salud y Empleo en Junín se constata que, en el primero, se ha incrementado la anemia, que puede explicarse por factores como la elevada prevalencia de enfermedades infecciosas (diarreas y parasitosis), las condiciones de vivienda y saneamiento, las malas prácticas de higiene, etc., todas ellas derivadas en gran medida de la pobreza –según INEI – Encuesta Nacional de Hogares, 2017-2018, la pobreza monetaria en la región Junín fluctúa entre el 21.6% y 24.6%, y la extrema pobreza entre 2.6% y 3.6%–, aunque también de otros factores inerciales. En el segundo, según INCORE 2019, el 53.7% de la PEA en Junín tiene empleo inadecuado, y el 72.6% es una fuerza laboral sin educación. Esta situación refleja lo antes mencionado: un modelo que prioriza grandes inversiones muy productivas, pero con escasa capacidad para dar empleo adecuado a la mano de obra.
Las mismas políticas de inversión del Gobierno Regional, y el programa de inversiones en las provincias de Huancayo y Satipo (año fiscal 2018), distan de dinamizar los sectores de Agricultura y Comercio; es decir, no se están priorizando inversiones en función de los intereses de la mayoría, sino más bien, de las percepciones e intereses de algunas autoridades y grupos con mayor poder e influencia. De acuerdo al Presupuesto Participativo –Aplicativo de la Dirección Nacional de Presupuesto Público – DNPP– el GORE Junín tiene seis proyectos, pero solo uno en la esfera productiva, lo que difícilmente contribuye a dinamizar el empleo. En la Provincia de Huancayo se han priorizado seis proyectos, cuatro de ellos están a nivel de estudios de preinversión y son mayormente de tipo vial. En Satipo, de los nueve proyectos priorizados, solo tres son económicos, pero ninguno en los sectores Comercio y Agricultura.
En Salud la situación es aún más alarmante, pues no se priorizan proyectos con efecto directo en la reducción de la anemia y la desnutrición crónica infantil (DCI). Las políticas de salud que se implementaron en la gestión regional y gestiones locales anteriores, han sido ejecutadas con lineamientos nacionales, lo cual les ha restado eficacia. Por ello, los programas sociales orientados a disminuir la anemia y la DCI, además de los programas presupuestales (como el PAN), a pesar de invertir muchos recursos en las regiones, no logran resultados efectivos. Se requiere entonces, invertir no solo bajo lineamientos dados por los entes rectores nacionales, sino también por las regiones. Hacemos un llamado de atención a la nueva gestión regional y de gobiernos locales para que se enfoquen en estos indicadores, convoquen y consensúen el aporte de todos los actores presentes en la región.
En síntesis, pese a progresos innegables en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, persisten en Junín importantes problemas relacionados con el subempleo, la informalidad y la salud. Afrontar estos, supone esfuerzos más amplios que crear competitividades regionales, pensadas sobre todo para una economía basada en promover la gran inversión en sectores primarios. Mientras la mano invisible del mercado no genere empleo adecuado para la mayoría, y el Estado tenga una serie de candados para invertir en promover la pequeña agricultura familiar o los pequeños emprendimientos urbanos, los problemas antes señalados van a persistir por mucho tiempo.
desco Opina – Regional / 28 de junio de 2019
Programa Regional Centro – descocentro