Las urnas protestan en la Macrorregión Sur

Foto: Agencia Andina
Foto: Agencia Andina

El contexto político alteró la campaña durante las últimas elecciones regionales y municipales en Perú. Como habíamos anotado en un artículo previo, la propaganda electoral comenzó tarde y con todos los vicios heredados de los procesos anteriores: proliferación de candidaturas atomizando el voto, elecciones internas poco transparentes y planes de gobierno con plagios. Los golpes bajos también fueron pan de cada día.

En la Macrorregión Sur, sólo dos sillones regionales se definieron en primera vuelta: Walter Aduviri en Puno, y Zenón Cueva en Moquegua. En el resto de regiones, Arequipa, Madre de Dios, Tacna, Cusco y Apurímac, los electores tendrán que regresar a las urnas.

De estos resultados se desprenden varias lecturas. La primera: el descrédito de la clase política, evidenciado en el alto volumen de votos blancos y viciados contabilizados en las urnas. En Apurímac estos votos sumaron el 20.13%, mientras que el candidato más votado sólo alcanzó el 16,4% de los votos totales. En Arequipa, los nulos y blancos alcanzaron el 22.2%, mientras que el más votado sólo llegó al 14,4%. En Tacna el voto de protesta alcanzó el 23%, mientras que el más votado sólo recogió el 13% de la votación. En Cusco, el 24% de los electores anularon su voto o lo dejaron en blanco, mientras que el más votado solo alcanzó el 11% de los votos. Por último, en Madre Dios, un cuarto del electorado votó en blanco y viciado, y el más votado obtuvo el 18% de su confianza.

La segunda: ganaron los radicales. Esta lectura, más bien capitalina, es un intento de explicar el avasallador 35% de votos que alcanzó Walter Aduviri sobre su contendor cercano, que sólo recogió el 13% de los votos. La lectura correcta más bien es que Aduviri ha sintonizado con las demandas del pueblo altiplánico. Un gran sector de la población ha venido reclamando los últimos cinco años por los problemas de contaminación de la minería formal, en la provincia de Melgar y Lampa, y también la ocasionada por la minería  informal como en el caso de la provincia de Azángaro, por las aguas contaminadas que discurren desde el distrito de Ananea. Por otro lado, esta victoria se puede leer como una reivindicación cultural, no olvidemos que este líder reivindica en todo momento sus raíces aymaras, y supo capitalizar muy bien el Aymarazo del 2017, como la lucha del regionalismo contra el centralismo limeño; esto último, aparentemente, le permitió recoger votos entre la población quechua, mayoritaria en Puno, y sin la cual no hubiera podido triunfar.

Por otro lado, Zenón Cueva también es una figura regional con una imagen de luchador social en el imaginario moqueguano, gracias a su participación como uno de los principales líderes en el famoso Moqueguazo del 2008, donde se reclamó por una mejor distribución del canon minero que genera la empresa Southern Perú en Moquegua y Tacna, donde tienen operaciones con distintas dinámicas de producción. Cueva, erróneamente considerado como antiminero por algunos medios masivos limeños, ganó las elecciones con el 32% de los votos, mientras su contendor más cercano sólo cosechó el 16%. Aquí cabe apuntar que las papeletas nulas y blancas sumaron el 24% de los votos.

Todavía falta tener la certeza de los próximos resultados para hacer un análisis político completo de la Macrorregión Sur, pero a la luz de los primeros triunfos, podemos decir que el Gobierno deberá hilar fino, a pesar de que ambos presidentes han mostrado un discurso conciliador. En el caso de Puno, ya no podrá continuar alargando las mesas de trabajo para solucionar los problemas ambientales causados por la contaminación y tendrá que acelerar la ejecución de proyectos largamente ofrecidos como el de las diez plantas para el tratamiento de aguas servidas, promesa que data del 2016. Para la sociedad civil, el reto es estar vigilantes y no permitir que los nuevos gobernantes entren en el círculo de la corrupción, para que se aproveche mejor los fondos públicos. Tan importante como la lucha anticorrupción es el impulso de una agenda de desarrollo, integración y fortalecimiento de la institucionalidad pública, lo que permitiría avanzar en la solución de problemas sustantivos en la macrorregión. El conflicto interregional, en especial por la disputa y uso de recursos naturales, está a la orden del día en esta parte del país.

desco Opina – Regional / 31 de octubre de 2018
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