El primero para el hermano, la segunda para el Presidente. ¿Dos fases de una misma táctica o un único desvarío keikista cuando todo ha empezado a irse de las manos para el Ejecutivo, la oposición fujimorista y, especialmente, al poder económico del país?
En el momento en que nadie habla de recesión económica pero todos sabemos que hemos ingresado a dicho agujero negro, e inmediatamente luego de que la mayoría fujimorista busca retomar algún orden perdido con la remoción del ahora ex Contralor de la República, Keiko Fujimori se dirige a PPK, pidiéndole concertar una reunión en la que sería un “honor contar con la presencia del Dr. Luis Bedoya Reyes”.
Señaló que dicho encuentro era para “propiciar una atmósfera favorable a revertir la situación en la que nos encontramos”, signada por la reconstrucción y la lucha contra la corrupción. Luego, cortésmente, PPK pondría de lado la presencia de un tercero e insistiría en colocar lo convenido en el fantasmal espacio del Acuerdo Nacional.
Mientras tanto, Fuerza Popular le abrió un proceso disciplinario a Kenji Fujimori quien, en las últimas semanas, ha hecho evidentes esfuerzos para aparecer distanciado de las posiciones de su hermana y gran parte de la bancada parlamentaria a la que pertenece, criticando la labor del Congreso, pedir la reestructuración de su partido y mostrando inocultables simpatías por el gobierno de PPK.
Para los congresistas fujimoristas, como Rosa Bartra, ya era tiempo que Kenji “actúe con madurez y con respeto por la organización a la cual pertenece”. De igual manera, para Carlos Tubino, también congresista de FP, los pronunciamientos de Kenji Fujimori, estaban “afectando a la unidad del grupo” y “por unanimidad ha sido acordado que se debe abrir un proceso disciplinario”.
En cualquier caso, un primer resultado de estos golpes de timón ha sido que el premier Zavala permanecerá aún en su cargo. Días atrás, los voceros fujimoristas habían vuelto a tocar los tambores de guerra teniendo como pretexto nuevos audios donde el ex contralor Alarcón y los ministros Thorne, Vizcarra y Zavala conversaban en torno a Chinchero sin mayores consecuencias, aunque eso fue suficiente para que volvieran a blandir las amenazas de censura. Como afirmó Rosa Bartra, «Por lo mismo (por unos audios) le pedimos la renuncia a Alfredo Thorne. Si estamos hablando del mismo tema, es natural que haya una consecuencia. Nosotros tenemos el celo para que el Estado recupere la credibilidad, por eso necesitamos explicaciones claras».
Por otro lado, llama la atención que el indulto a Alberto Fujimori no sea un tema explícitamente puesto en la mesa por su hija. Más aun, esto puede asociarse a las declaraciones hechas por otra integrante de la bancada fujimorista, Úrsula Letona, sobre este asunto: “si Fujimori fuese indultado debería optar por no hacer política […] Es importante tener en claro que él ya no debería hacer política activamente porque puede prestarse a un juego perverso de manipulación de quienes creen que él no debería salir”.
Todo lo expresado y actuado desde la cúpula del poder político del país pareciera ser razonable. Sin embargo, hay varias cuestiones que debieran tomarse en cuenta como, ¿qué espera Keiko de PPK y viceversa? A su vez, asociada a esta interrogante, ¿qué esperamos con la llamada al orden a Kenji? De las respuestas que obtengamos podríamos deducir lo que quedaría en el orden de los deseos y lo que podríamos asumir como factible.
Bajo esta lógica, es muy difícil que de dicha reunión en las alturas emanen directivas que alguna instancia operativa plasme en resultados, sencillamente porque éstas no existen. Entre el espacio generado por Keiko y PPK, los grupos y subgrupos congresales, las estructuras partidarias (si existen) y los activistas políticos regionales y locales no hay articulaciones que valgan ya que existen guiados solamente por sus propias inercias. Si PPK considera que este dato de la realidad podrá ser superado recurriendo al Acuerdo Nacional, solo estamos agregando más problemas.
Así, veamos entonces qué depara los acuerdos respecto a mejores manejos de una situación cada vez más empantanada, que pone a prueba la soportabilidad tanto de los que tienen la manija del país, como de aquellos que no formamos parte de estos grupos. Todo parece indicar que será poco o nada lo que podrán lograr.
desco Opina / 6 de julio de 2017